Misión de gravedad by Hal_Clement

Misión de gravedad by Hal_Clement

autor:Hal_Clement [Hal_Clement]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia-ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1952-12-31T23:00:00+00:00


* * *

Mientras pasaba frente a uno de los depósitos de provisiones, alzó la tapa y cogió un trozo de carne. Lo llevó hasta el borde de la nave y lo ofreció a la multitud de silenciosos captores. Oyó un chachareo ininteligible. Cuando éste cesó; una de las canoas se acercó y el nativo de la proa se estiró hacia la ofrenda. Barlennan dejó que se la llevara. Los nativos la observaron y comentaron; luego, el que parecía ser el jefe arrancó un buen pedazo, pasó el resto a sus compañeros y consumió pensativamente la que se había quedado. Barlennan se sintió de mejor ánimo; el hecho de que la hubiera compartido sugería que aquellas gentes tenían un grado de desarrollo social. El capitán cogió otro trozo y lo ofreció como antes; pero, en esta ocasión, no dejó que se lo llevaran. Lo puso detrás de sí, reptó hasta una de las estacas que aprisionaban la nave, la señaló, señaló el Bree y señaló el río. Estaba seguro de que se expresaba con claridad; sin duda los observadores humanos lo comprendían, a pesar de que no había utilizado ninguna palabra terrícola. Sin embargo el jefe no reaccionó. Barlennan repitió los gestos y terminó extendiendo de nuevo el trozo de carne.

Toda conciencia social que tuviera el jefe debía de estar limitada estrictamente a su propia comunidad, pues cuando el capitán extendió la carne por segunda vez, una lanza surgió como la lengua de un camaleón, ensartó la comida, la arrancó de la pinza de Barlennan y desapareció sin que ninguno de los atónitos marineros pudiera hacer nada por evitarlo. Luego, el jefe ladró una orden, y la mitad de los tripulantes de cada canoa brincaron hacia delante.

Los marineros no estaban acostumbrados al ataque aéreo y, además, se habían distendido cuando el capitán inició las negociaciones; en consecuencia, no hubo nada parecido a una pelea. El Bree fue capturado en menos de tres segundos. Un comité encabezado por el jefe se puso a investigar los depósitos de alimentos y su satisfacción era evidente a pesar de la barrera idiomática. Barlennan observó consternado mientras sacaban la carne a cubierta, evidentemente dispuestos a trasladarla a una canoa, y por primera vez pensó que quizá pudiera pedir consejo a alguien más.

—¡Charles! —exclamó, hablando inglés por primera desde el inicio del episodio—. ¿Has estado observando?

Lackland, entre angustiado y divertido, respondió de inmediato.

—Sí, Barlennan. Sé lo que ocurre.

Estudió la reacción de los captores del Bree y no tuvo motivos para sentirse defraudado. El jefe, que miraba hacia el lado contrario de donde estaban las radios, se volvió como una serpiente de cascabel sobresaltado y comenzó a buscar el origen de aquella voz con un aire de desconcierto increíblemente humano. Un miembro de la tribu que estaba frente a las radios le indicó aquélla por donde Lackland había transmitido su mensaje; pero, después de tantear la caja impenetrable con el cuchillo y la lanza, el jefe rechazó aquella sugerencia. El terrícola escogió ese momento para hablar de nuevo.

—¿Crees



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